domingo, 28 de enero de 2024

 SE AGOTAN LAS LINEAS ROJAS


Se calcula que cada nación tiene un número indeterminado de líneas rojas. No parece que sea el caso de España. El nuestro ha traspasado tantas que tiene pinta de habernos dejado sin ninguna más.


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Foto: Junta de Andalucía



Aunque  siempre aparece una nueva nueva que  supera hasta el extrarradio de los límites naturales. Debe formar parte de esa verdad (maoísta) llamada realidad, según el filósofo monclovita de naturaleza cambiante y transitoria.  


Entre el consenso y el conflicto debería existir una línea roja. Pero ni aquí hay rastros de la misma porque se ha desvanecido hace tiempo.  Tenemos un margen tan flexible en convicciones fijas que se dilata y contrae al capricho de un semáforo averiado.Y así nos va. Que la credibilidad vive sus horas más bajas. La moral inmoral  y la liquidación tanto de valores como de principios no tienen límites cromáticos.


¿Qué haremos cuando agotemos la última línea roja del país? ¿Importarlas de China, pagar aranceles o pedir un crédito al consumidor (es un decir) al Banco Central Europeo? Tal vez inventemos la doble línea roja. Aunque temo que tampoco servirá de mucho. 


Desde luego el comportamiento general de la ciudadanía con respecto a todas esas  líneas rojas traspasadas nos tiene que inducir a hacérnoslo mirar. No perdonamos los adulterios pero sí los límites adulterados. De eso se aprovechan. De ahí el abuso de autoridad, de poder  y el robo del cambio devuelto. El Estado fragmentado. Pero la resignación nunca puede ser la solución.


A esto se añade que los medios de comunicación, sin agenda propia y en plena transición, alimentan la controversia de las líneas rojas para desviar la atención de su gravedad, contribuyendo con la banalización a la mala digestión de la convivencia. Así se entiende todas las líneas rojas superadas hasta la fecha y las loas a  que agentes proscritos por el código penal sean los coautores de determinadas leyes para su absolución (amnistía). La prensa en vez de hacer hincapié en este pequeño detalle, blanquea el color carmín y abronca a los delatores de la línea roja.


Quien asuma que las líneas rojas son trazos racionales es que no ha entendido la nueva realidad hecha verdad. Son últimamente tan dóciles como el asfalto en pleno desierto de Monegros.


Mientras el mundo se echa a la calle por sobrepasarse algunas líneas inquebrantables, aquí en el nuestro los sindicatos -ministerio número 23-  se solidarizan con la amnistía del ejecutivo y hacen la vista gorda a la carestía de la vida, la pérdida de poder adquisitivo, la defensa del campo, la ocultación del paro, el desastre de PISA, la creciente autocracia  o la cruzada contra los despidos por falta del C1 en catalán. Lo que hace un puñado de millones de euros para callar la boca y abrirla contra enemigos imaginarios de suburbios  salmantinos que parece siempre degradar el trazado rojo. 

 

MENOS MAL QUE TENEMOS A EUROPA


A causa de agotar las líneas rojas hemos mutado a una democracia pop. De cómic. Sin memoria, plagada de cookies y de TikToks efímeros y conformistas que rebasan los confines de la materia. Hasta cierta ministra tridimensional se vale de ella para no esconder su orgullo “de haber hecho más feliz la vida a los españoles en sus  60 días en el ministerio”. Todo muy “woke”.


Pero a  los calores invernales se le suman las acaloradas disputas por el uso de móviles en las escuelas por parte de adolescentes inmaduros aunque que no lo son tanto para exigir el cambio de sexo sufragado por la SS. 


Ya hemos aprendido con las líneas rojas que existe un terrorismo duro y otro blando. Es el terrorismo virgen extra. Que los golpistas ya no lo son. Que ninguna ideología quita el sueño y que los delitos se esfuman en nombre de la convivencia de dirección única. También dijeron en su día que el dinero público es de nadie,  los hijos no son de los padres y que hemos de aceptar mujeres con miembro. 


Muchas líneas rojas se han cruzado para que, eso sí,  “al menos no gobierne la derecha”, aunque el paso lo marque la ultraderecha catalana de la quinta formación política en Cataluña con menos del 2% de votos. Para despistar, ya verán como toca ahora meterse con la Fórmula 1 en Madrid.


Como dijo un diputado de armas explosivas en relación a las exigencias extorsionadoras que protegían las líneas rojas de otros tiempos: “Jamás conseguimos tanto sin desperdiciar una sola bala”. 


El espionaje de una administración transgresora y sus integrantes del estado de derecho es otra marca roja interesada de la democracia. Claro, según dicen,  es algo ilícito y deberíamos a lo sumo cruzarnos de brazos. Pero ellos (víctimas indepes)  gozan de licencia para espiar y represaliar a estudiantes y profesorado que osen hablar español en las aulas. En otros países como Alemania se espían con permiso a las fuerzas políticas  sospechosas de transgredir las leyes fundamentales y no pasa nada. En el nuestro, se abre el mundo bajos nuestros pies y culpabilizamos al navegante errante siempre en la oposición.


Menos mal que tenemos a Europa, siempre vigilante en la UE de que no se traspasen líneas rojas en la geopolítica internacional como la guerra de los Balcanes, la invasión de Ucrania, el conflicto en Oriente Medio, el secuestro de mercantes en el Mar Rojo, la invasión de migrantes por el sur, el consenso de aplicar euro-órdenes,  la vista gorda a los fondos europeos para “transformar” el sector público en vez del privado, y ahora... la preocupación por prohibir el aire acondicionado. 


Ay, pero de vuelta a lo nuestro, siempre ajeno, la sequía que se veía venir de lejos inunda de prisas a chupatintas que ahora rescatan planes ocurrentes de emergencia  cuando nos hemos quedado sin agua en los pantanos tras pasar la raya roja de alarma. Desde hace años se sabe que somos el país de mayor derroche hídrico y de pozos ilegales al menos de Europa, con más fugas en las canalizaciones públicas que agujeros tiene un queso gruyère.


Descuiden, que algún día tomarán cartas en el asunto antes de rebasar más límites rojos. Forma parte del método. Cuál, no sabemos, porque cambia según zumbe el viento. Los inversores, como los votantes no militantes, están encantados de la muerte. Pero eso sí, aquellos otros que nunca se sonrojan cuando no les da por descolonizar museos, negarán tres veces antes de marcar una nueva línea coloreada hasta el extrarradio. @ignacioSLeon



sábado, 20 de enero de 2024

LA MONARQUIA COMO LA PRENSA, NO DAN LA TALLA 


 Los presuntos escarceos y la cuestión de cuernos en la Casa Real son también 
 un asunto de Estado que sin embargo la prensa oculta incumpliendo su función 
 social.














Es un asunto de Estado todo lo relacionado con la Corona española. 

Y como tal, merece ser contado. En especial lo que trascienda sobre el 

futuro de la Monarquía. Los líos de falda del Emérito y sus chanchullos 

varios durante todo su reinado nunca fueron tratados de frente por la

prensa hasta su abdicación.


Sólo a posteriori. Rigió el más absoluto hermetismo y censura voluntaria. 

Presumíamos de democracia plena cuando los editores de medios de 

comunicación  echaban un velo sobre todos los avatares del Borbón

Mientras uno abusaba del sin, los otros, la prensa, no se  quitaban el 

condón ni para el cierre de redacción.


Fue con  motivo de la abdicación en el 2014 cuando no ha dejado de 

aflorar con toda fastuosidad de detalles las lujurias borbónicas del otrora 

monarca.  La prensa, el cuarto poder fijo discontinuo, se ensañaba 

con el Rey Juan Carlos I sólo entonces para tildar su reinado  de corrupto 

y anómalo. Buena parte del sentir antimonárquico y del auge republicano 

en la España actual se lo debemos a todos esos escándalos borbónicos 

que se agravaron con el procés catalán.


El safari en Botswana, la denuncia por acoso de Corinna (la falsa princesa 

pero lujuriosa amante), las tarjetas 'black', los 'afters parties' de Froilán, el 

caso Noos, los secretos de Urdangarín sobre la Casa Real  durante su 

matrimonio con la Infanta Cristina (que esquivó la cárcel por ser hija de 

su padre), las comisiones extrañas, las cuentas bancarias en Suiza, la 

larga lista de queridas ocultas y los dineros públicos en comprar el 

silencio de los afectados en el pasado- inclusive a la prensa-, abrieron 

portadas cuando muchos de los hechos ya “prescribieron”. 


La abdicación de Juan Carlos y la llegada del nuevo monarca Felipe

pareció que devolvería la castidad y austeridad institucionales que la 

Corona, dicen, se merece. En su día corrieron ríos, mares y glaciares 

de tinta sobre la herencia dejada al actual monarca (y no me refiero a 

la fortuna de millones sin aclarar). Tanto en positivo como en negativo.


Entonces empezaron a atreverse  en la prensa a hablar  de los 

Borbones como una raza especial por sus  altos índices de testosterona, 

como si justificara alguna cosa. ¿De qué raza está hecha la prensa 

española?


Hoy en día sin embargo, estamos comprobando que la libido no sólo es 

cosa de una parte de los Borbones. Resulta que la de los Ortiz 

Rocasolano- en alusión a la reina plebeya Letizia- tampoco se queda 

corta por sus supuestos escarceos amorosos y los cuernos al actual 

monarca. Hasta aquí podríamos llegar a una meta volante.


A la misma monarca consorte que aplicó un estricto tamiz ético para 

expulsar a casi todos los integrantes  de la Casa Real por un motivo u 

otro hasta gangrenarse la enemistad de los allegados consanguíneos 

de Su Majestad, ¿debería aplicarse el mismo cáliz y abdicar por idénticas 

razones reputacionales?


Sin embargo, resulta chocante que la prensa española vuelva a aplicarse 

la autocensura hoy en día como antaño con casi todo lo que concierne a la 

más grave crisis interna de la Monarquía en el reinado de Felipe VI. Si a 

esto se suma la enorme presión de los partidos republicanos en la coalición 

del Gobierno socio-comunista que persiguen a toda costa “trabajar para 

acabar con la Monarquía”, obtenemos la tormenta perfecta.


El penúltimo trance  monárquico no sólamente cuestiona el futuro de la 

Corona sino también  pone en entredicho que la princesa Leonor y la 

infanta Sofía sean hijas legítimas de Felipe VI y por tanto herederas lícitas 

de la Corona. ¿Y la opinión pública no tiene derecho a clarificar este 

pequeño detalle? 


Salvo unas contadas excepciones, el mutismo en los medios de 

comunicación españoles -a diferencia de la extensa cobertura contra Juan 

Carlos tras deponer su cargo- al cúmulo de filtraciones sobre  la Familia 

Real actual  sobrevuela de forma sospechosa como un dron silencioso. 

Uno llega a preguntarse si una democracia como la española puede permitirse 

asentir y tapar todo lo que aflora en torno a la Casa Real como ocurrió en los 

40 primeros años de la democracia.


Es chocante que casi de forma excepcional sea un digital independentista 

catalán el que mayor empeño pone en destapar novedades sobre la 

Monarquía. También es cierto que  a menudo se autocita y hace refrito de 

noticias anteriores  y de otras fuentes interesadas.  


La prensa internacional sí que no pierde interés por la España desvirgada 

y sobre lo que presuntamente acontece en Zarzuela. La prensa nacional, con 

tantos temas que dan que hablar,  por el contrario parece vulnerar el derecho 

a la información y opta -como la Casa Real-  al oscurantismo y al secretismo. 

Cuando no,  se nombran a comisarios políticos para dirigir cadenas de radio, 

tv y agencia de noticias. Todo muy pulcro y democrático. Como en tiempos 

de la dictadura. 


¿HAY ALGUNA INSTITUCIÓN MODÉLICA?


La España del siglo XXI, de la era de la democracia digital, de las redes 

sociales, la IA  y del carbono cero, ¿se merece no sólo ya esta institución 

que predica la ejemplaridad ética y practica lo contrario, sino un cuarto 

poder que incumple su rol social? 


Somos tan machistas -incluso la prensa- que no escatima recursos ante 

los líos de falda de un monarca abdicado o el vestuario de Letizia, pero pasa 

por alto los presuntos cuernos de una royal al cónyuge que justo es nuestro 

rey actual.  ¿Alguien que no sea garganta profunda en la Zarzuela se ha 

planteado dar la cara y salir de la opacidad que siempre ha caracterizado a 

esta institución y que tanto daño genera a la reputación de la Corona? 


No dirán que no hay infinidad de preguntas, no tanto del ámbito privado pero 

sí que afectan al futuro de la institución que quedan como siempre  sin aclarar 

ni con intención de explicar. 


Creíamos que un Borbón de sangre prusiana ostentando la Corona, casado 

con una atractiva española de a pie y profesional de la comunicación para 

más señas, daría un giro de 180º y haría gala de la transparencia en la 

modernidad, y sobre todo comunicaría  -más allá de los actos protocolarios 

de nefasta escenificación- para ganarse las simpatías del pueblo español y 

no sólo de los seguidores acérrimos de la Monarquía, con objeto de 

contrarrestar el relato cada vez más  vehemente de los republicanos, 

inclusive los sentados en el Gobierno central  multicolor liderado por 

Puigdemont. 


¿Cuántas entrevistas y charlas con la prensa española  ha mantenido la 

Familia Real en toda su historia más allá de los eventos oficiales? Se 

han limitado a saludar, no salirse del protocolo y contar alguna pequeña 

gracia por puro formalismo sin atreverse a una charla más informal 

delante de un micrófono. Y temas mundanos y ocasiones siempre han 

habido. En esto se parece ya a La Moncloa que tampoco admite 

preguntas tras las ruedas de prensa o veta a periodistas molestos y 

el cuarto poder traga con todo.


Llegados a este extremo, nos lleva a preguntar aunque no lo haga la prensa 

nacional en su amplio espectro: ¿hay alguna institución pública 

verdaderamente ejemplar, libre de pecado y corrupción, que sea pulcra y 

modélica para la sociedad? Si existe, parece que no se la conoce.


LLegamos tristemente a la conclusión que la Monarquía como la prensa 

no dan la talla. Actúan sin libro de estilo. Y sin admitir que vivimos en una 

era muy distinta al papel de imprenta. La prensa no obra, sí al parecer los 

libros publicados aunque son tratados con cierto menosprecio como una 

anécdota, más fruto del ingenio e inventiva literaria del autor de turno.


Que no se tome a mal lo siguiente. Pero unos deberían apresurarse a abrir 

las persianas, retirar  cortinas de palacio para dejar traspasar el aire fresco 

y, si el presupuesto da, cambiar de decorado. Asimismo rodearse de 

asesores en gestión de crisis e intangibles en vez de aduladores castrenses 

de pluma y fax. Y los otros, la prensa, dejar de ocultar, desfigurar la 

realidad, frivolizar, distinguir entre el panfleto, la información contrastada

y la opinión, así como de  justificar de forma permanente el ómnibus en los 

decretos ley que se ha instaurado como Staatsräson (razón de Estado).  


De la misma forma que “actúa” con todo lo que atañe a la Casa Real, osea 

nada, la prensa hace lo propio con quien paga las plantillas. Raro es en algunas 

cabeceras emitir un juicio crítico contra un anunciante por miedo a perder sus 

páginas de publicidad y así le brilla el pelo al cuarto poder. Afortunadamente 

las redes sociales están libres de ese tributo feudal y por eso captan cada 

vez más seguidores mientras pierden lectores a mansalva los medios clásicos.


No somos Argentina, aunque cada vez lo parezcamos. Con una Jefatura 

de Estado tal vez en sus cuotas más bajas, también por derecho propio, 

sazonada con la deriva secesionista así como la ley de la amnistía y el 

referéndum en Cataluña, y una prensa adulterada, subvencionada, ambigua 

y babosa con los poderes porque no ha sabido sobreponerse a la aldea digital 

y haciendo aún la transición,  no extraña que la corrupción (incluida la falta 

de división de poderes) galope por todo el país, chantajeado por una 

minoría que confiesa con desfachatez “actuar en interés propio y no por 

Vds ni por el reino”. @ignacioSLeon


 #Borbones #CasaReal #Prensa  #Monarquía #Letizia