domingo, 9 de mayo de 2010

La confianza se despega.. y sin “PLAN-E”


La confianza no es todo, pero todo sin confianza no es nada. Alguna vez he definido la confianza como el “pegamento de las relaciones humanas”. En este país, tan confiado en unas cosas, en la no- crisis, en las relaciones de escalera, en el buen rollito, en la buena mesa, el gusto por la diversión, el ocio y un largo etc, somos extremadamente desconfiados en quedar mal, el-que-dirán, no-estar-a-la-altura-de-las-expectativas, e incluso en herir determinadas sensibilidades propias de una falsa cultura y hábitos apostólicos-romanos. Ejemplos tenemos muchos, todos los días, cada día, a todas horas, en todos los estratos sociales. La confianza de ser franco deshonra al confiado. Mejor aún: la desconfianza que no riñe salvo cuando se atraganta antes de terminar la digestión.

Un botón de muestra: la reciente operación de SM el Rey que pilló en pijama a todo el país. Incluso el eufemismo empleado (nódulo pulmonar) es muestra suprema, real, de que el pegamento español ya no pega. En pleno siglo XXI y en medio de la era tecnológica, España sigue jugando al escondite dialéctico. Y todo, por no querer, por no atrevernos a llamar las cosas por su nombre. Con todas de la ley. De forma directa, sí aunque tenga un punto de descaro, un “touch” vikingo, escandinavo o centroeuropeo. España y nuestra desconfianza en el lenguaje verbal nos separa de otras potencias europeas, donde apenas se esconden las cosas, porque tarde o temprano terminan saliendo a luz y sacando los colores. No se puede herir ni debería herir ninguna sensibilidad y mucho menos poner al estado en jaque por admitir que Su Alteza Real tiene un tumor y precisa una intervención quirúrgica.

En este mismo blog, no hace muchas fechas atrás, también leí la aparente “sordera” de D. Juan Carlos. ¿Qué hay de malo ser franco y admitir las cosas como son, aunque no fuera ésta la educación que recibiera ni yo ni supongo el mismo monarca? ¿Puede la desconfianza ser mayor que la confianza depositada en la madurez intelectual de una sociedad civil como la española? Nuestra desconfianza me recuerda la de otras culturas mediterráneas e islámicas, aunque tampoco la justifica. El pegamento está perdiendo adherencia, a marchas forzadas, y la pena que es casi nadie repara en ello, salvo los “vikingos” del Eurostoxx y calificadores del “Rating” soberano.

¿Cómo queremos confiar en las instituciones, en la clase política, en los sindicatos, empresarios, jueces, periodistas, jubilados y otra fauna-y-flora de la nación, si nos somos capaces de sincerarnos ni arrojarnos las verdades a la cara? Llevamos años en Democracia y sin Dictadura (aunque a veces tengamos la sensación de reabrir la memoria histórica a conveniencia de unos cuantos), sin aquel miedo que aún perdura a la franqueza de aquellos tiempos pretéritos que actuó como estigma marcando en nuestras carnes el destino de la existencia. Sin embargo, no contemplamos “Plan-E” para reparar tantos años después la falta de pegamento en las familias, las escuelas, centros laborales, escaleras y hasta en los infinitos etcéteras, para hacer de nosotros y de nuestros herederos una sociedad apta para confiar. Bonito verbo que estamos perdiendo de conjugar.

Cuando aceptemos y respetemos con generosidad y hasta valentía para llamar a las cosas sin eufemismos y sin rodeos neo-protocolarios, pero también con tolerancia y respeto, sin interrupciones y provocaciones irrespetuosas , tal vez ese día, recobremos la plena admisión al club de la grandeza humana y civil. La confianza sin duda se extenderá y la vivencia de la democracia en su plenitud se adherirá sobre la cabeza de los “españoles” –como quiera que para entonces nos denominemos-.