jueves, 9 de septiembre de 2010

La diáspora gitana... égaité et fraternité !

Así de irónica es la vida. Ya lo decía yo en alguna ocasión: "lo que das, recibes". La reciente polémica encendida en Francia y otros países de expulsar a la población gitana deportándolos a sus países de origen en el Este europeo, ya tiene otra contestación más. La comunidad gitana en España están promoviendo una ley local para expulsar a los franceses de Andalucía. Dudo mucho que prospere, a no ser que aprovechen algún resquicio legal para que la Junta de Andalucía se convierta en el punto de mira mundial. No por los toros y la nueva propuesta de prohibirlos también en dicha CCAA (al final también prohibirán el flamenco en Catalunya mientras China hace acopio de todo el folklore ibérico ), sino por desterrar y proscribir -como en tiempos de los Reyes Católicos- a una comunidad de presuntos "malvividores" afrancesados. No tener una actividad remunerada conocida, beber como descosidos, cortejar a las mujeres de buen ver, comer ranas con queso de gusanos y baguette, en definitiva todo tufo contra el "savoir vivre"... puede armar de nuevo en España la de San Quintín y, quién sabe si otra invasión napoleónica ante tan retorcida idea gaditana.




Guasa no es. Hay quien entre la clase gitana y otros agitados apela a un boicot contra los productos franceses en señal de rechazo por la expulsión decretada por París. En ese caso, sufriríamos una huelga encubierta de metro, aviones, colegios, supermercados, electricidad, coches, gasolineras, telefonía, hospitales, fútbol, fondos de inversión, etc, etc... No creo que los destierros ni los boicots sean las manières apropiadas del uso de la razón y la convivencia. Sin embargo, la historia en España ha estado plagada de infinitos ejemplos: desde la diáspora sefardita, mozárabe, luego de exiliados republicanos, emigrantes del campo a Europa, pasando por la de los terroristas de ETA y más recientemente de "españolistas" en algunas CC.AA. de intransigencia nacionalista o la devolución de los "negritos en pateras", nos hace pensar que aún no somos "libres, iguales y fraternales". Esta otra parte de la verdad, cuesta admitir.