Mucho sonámbulo hay por la vida deambulando sin ton ni son. Dando curvas y acelerando en las rectas hacia un destino indefinido. Me alarma que así se consuma en años y en bagas hazañas heroicas. Recomiendo a quien se de por aludido, que emprenda un viaje entrañable en un Talgo con destino Manhattan y transbordo en Berlín, donde sirven la prensa del día, caldito de avecrem y un postre de compota de conciencia. Aseguro que cuando se apee, la noción del momento habrá cambiado de andén y la conjugación de los verbos se habrá vuelto omega. NO es cuestión de dineros ni musicalidad. En todo caso de agallas, tenacidad, gallardía... para saltar por encima de la zona de comodidad. Otras fronteras vestidas con telones de acero han pasado a mejor vida y los espejismos dado paso a la lucidez, que de tanto latir ambigüamente parecía haber sido usurpado por impostores corazones e injertados en almíbar con lazito moebio.
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