Los presuntos escarceos y la cuestión de cuernos en la Casa Real son también
un asunto de Estado que sin embargo la prensa oculta incumpliendo su función
social.
Es un asunto de Estado todo lo relacionado con la Corona española.
Y como tal, merece ser contado. En especial lo que trascienda sobre el
futuro de la Monarquía. Los líos de falda del Emérito y sus chanchullos
varios durante todo su reinado nunca fueron tratados de frente por la
prensa hasta su abdicación.
Sólo a posteriori. Rigió el más absoluto hermetismo y censura voluntaria.
Presumíamos de democracia plena cuando los editores de medios de
comunicación echaban un velo sobre todos los avatares del Borbón.
Mientras uno abusaba del sin, los otros, la prensa, no se quitaban el
condón ni para el cierre de redacción.
Fue con motivo de la abdicación en el 2014 cuando no ha dejado de
aflorar con toda fastuosidad de detalles las lujurias borbónicas del otrora
monarca. La prensa, el cuarto poder fijo discontinuo, se ensañaba
con el Rey Juan Carlos I sólo entonces para tildar su reinado de corrupto
y anómalo. Buena parte del sentir antimonárquico y del auge republicano
en la España actual se lo debemos a todos esos escándalos borbónicos
que se agravaron con el procés catalán.
El safari en Botswana, la denuncia por acoso de Corinna (la falsa princesa
pero lujuriosa amante), las tarjetas 'black', los 'afters parties' de Froilán, el
caso Noos, los secretos de Urdangarín sobre la Casa Real durante su
matrimonio con la Infanta Cristina (que esquivó la cárcel por ser hija de
su padre), las comisiones extrañas, las cuentas bancarias en Suiza, la
larga lista de queridas ocultas y los dineros públicos en comprar el
silencio de los afectados en el pasado- inclusive a la prensa-, abrieron
portadas cuando muchos de los hechos ya “prescribieron”.
La abdicación de Juan Carlos y la llegada del nuevo monarca Felipe,
pareció que devolvería la castidad y austeridad institucionales que la
Corona, dicen, se merece. En su día corrieron ríos, mares y glaciares
de tinta sobre la herencia dejada al actual monarca (y no me refiero a
la fortuna de millones sin aclarar). Tanto en positivo como en negativo.
Entonces empezaron a atreverse en la prensa a hablar de los
Borbones como una raza especial por sus altos índices de testosterona,
como si justificara alguna cosa. ¿De qué raza está hecha la prensa
española?
Hoy en día sin embargo, estamos comprobando que la libido no sólo es
cosa de una parte de los Borbones. Resulta que la de los Ortiz
Rocasolano- en alusión a la reina plebeya Letizia- tampoco se queda
corta por sus supuestos escarceos amorosos y los cuernos al actual
monarca. Hasta aquí podríamos llegar a una meta volante.
A la misma monarca consorte que aplicó un estricto tamiz ético para
expulsar a casi todos los integrantes de la Casa Real por un motivo u
otro hasta gangrenarse la enemistad de los allegados consanguíneos
de Su Majestad, ¿debería aplicarse el mismo cáliz y abdicar por idénticas
razones reputacionales?
Sin embargo, resulta chocante que la prensa española vuelva a aplicarse
la autocensura hoy en día como antaño con casi todo lo que concierne a la
más grave crisis interna de la Monarquía en el reinado de Felipe VI. Si a
esto se suma la enorme presión de los partidos republicanos en la coalición
del Gobierno socio-comunista que persiguen a toda costa “trabajar para
acabar con la Monarquía”, obtenemos la tormenta perfecta.
El penúltimo trance monárquico no sólamente cuestiona el futuro de la
Corona sino también pone en entredicho que la princesa Leonor y la
infanta Sofía sean hijas legítimas de Felipe VI y por tanto herederas lícitas
de la Corona. ¿Y la opinión pública no tiene derecho a clarificar este
pequeño detalle?
Salvo unas contadas excepciones, el mutismo en los medios de
comunicación españoles -a diferencia de la extensa cobertura contra Juan
Carlos tras deponer su cargo- al cúmulo de filtraciones sobre la Familia
Real actual sobrevuela de forma sospechosa como un dron silencioso.
Uno llega a preguntarse si una democracia como la española puede permitirse
asentir y tapar todo lo que aflora en torno a la Casa Real como ocurrió en los
40 primeros años de la democracia.
Es chocante que casi de forma excepcional sea un digital independentista
catalán el que mayor empeño pone en destapar novedades sobre la
Monarquía. También es cierto que a menudo se autocita y hace refrito de
noticias anteriores y de otras fuentes interesadas.
La prensa internacional sí que no pierde interés por la España desvirgada
y sobre lo que presuntamente acontece en Zarzuela. La prensa nacional, con
tantos temas que dan que hablar, por el contrario parece vulnerar el derecho
a la información y opta -como la Casa Real- al oscurantismo y al secretismo.
Cuando no, se nombran a comisarios políticos para dirigir cadenas de radio,
tv y agencia de noticias. Todo muy pulcro y democrático. Como en tiempos
de la dictadura.
¿HAY ALGUNA INSTITUCIÓN MODÉLICA?
La España del siglo XXI, de la era de la democracia digital, de las redes
sociales, la IA y del carbono cero, ¿se merece no sólo ya esta institución
que predica la ejemplaridad ética y practica lo contrario, sino un cuarto
poder que incumple su rol social?
Somos tan machistas -incluso la prensa- que no escatima recursos ante
los líos de falda de un monarca abdicado o el vestuario de Letizia, pero pasa
por alto los presuntos cuernos de una royal al cónyuge que justo es nuestro
rey actual. ¿Alguien que no sea garganta profunda en la Zarzuela se ha
planteado dar la cara y salir de la opacidad que siempre ha caracterizado a
esta institución y que tanto daño genera a la reputación de la Corona?
No dirán que no hay infinidad de preguntas, no tanto del ámbito privado pero
sí que afectan al futuro de la institución que quedan como siempre sin aclarar
ni con intención de explicar.
Creíamos que un Borbón de sangre prusiana ostentando la Corona, casado
con una atractiva española de a pie y profesional de la comunicación para
más señas, daría un giro de 180º y haría gala de la transparencia en la
modernidad, y sobre todo comunicaría -más allá de los actos protocolarios
de nefasta escenificación- para ganarse las simpatías del pueblo español y
no sólo de los seguidores acérrimos de la Monarquía, con objeto de
contrarrestar el relato cada vez más vehemente de los republicanos,
inclusive los sentados en el Gobierno central multicolor liderado por
Puigdemont.
¿Cuántas entrevistas y charlas con la prensa española ha mantenido la
Familia Real en toda su historia más allá de los eventos oficiales? Se
han limitado a saludar, no salirse del protocolo y contar alguna pequeña
gracia por puro formalismo sin atreverse a una charla más informal
delante de un micrófono. Y temas mundanos y ocasiones siempre han
habido. En esto se parece ya a La Moncloa que tampoco admite
preguntas tras las ruedas de prensa o veta a periodistas molestos y
el cuarto poder traga con todo.
Llegados a este extremo, nos lleva a preguntar aunque no lo haga la prensa
nacional en su amplio espectro: ¿hay alguna institución pública
verdaderamente ejemplar, libre de pecado y corrupción, que sea pulcra y
modélica para la sociedad? Si existe, parece que no se la conoce.
LLegamos tristemente a la conclusión que la Monarquía como la prensa
no dan la talla. Actúan sin libro de estilo. Y sin admitir que vivimos en una
era muy distinta al papel de imprenta. La prensa no obra, sí al parecer los
libros publicados aunque son tratados con cierto menosprecio como una
anécdota, más fruto del ingenio e inventiva literaria del autor de turno.
Que no se tome a mal lo siguiente. Pero unos deberían apresurarse a abrir
las persianas, retirar cortinas de palacio para dejar traspasar el aire fresco
y, si el presupuesto da, cambiar de decorado. Asimismo rodearse de
asesores en gestión de crisis e intangibles en vez de aduladores castrenses
de pluma y fax. Y los otros, la prensa, dejar de ocultar, desfigurar la
realidad, frivolizar, distinguir entre el panfleto, la información contrastada
y la opinión, así como de justificar de forma permanente el ómnibus en los
decretos ley que se ha instaurado como Staatsräson (razón de Estado).
De la misma forma que “actúa” con todo lo que atañe a la Casa Real, osea
nada, la prensa hace lo propio con quien paga las plantillas. Raro es en algunas
cabeceras emitir un juicio crítico contra un anunciante por miedo a perder sus
páginas de publicidad y así le brilla el pelo al cuarto poder. Afortunadamente
las redes sociales están libres de ese tributo feudal y por eso captan cada
vez más seguidores mientras pierden lectores a mansalva los medios clásicos.
No somos Argentina, aunque cada vez lo parezcamos. Con una Jefatura
de Estado tal vez en sus cuotas más bajas, también por derecho propio,
sazonada con la deriva secesionista así como la ley de la amnistía y el
referéndum en Cataluña, y una prensa adulterada, subvencionada, ambigua
y babosa con los poderes porque no ha sabido sobreponerse a la aldea digital
y haciendo aún la transición, no extraña que la corrupción (incluida la falta
de división de poderes) galope por todo el país, chantajeado por una
minoría que confiesa con desfachatez “actuar en interés propio y no por
Vds ni por el reino”. @ignacioSLeon
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