sábado, 9 de marzo de 2024

 Las despreciables burlas por hablar en inglés con acento



Estimados lectores. Si Vds. fueran holandeses, alemanes, italianos o no digamos franceses hablando un idioma extranjero como el español o por caso el inglés, salvo excepciones, tendrían en muy buena parte de la muestra un marcado acento nativo. En muchos de esos países nadie se ríe del acento o del nivel de pronunciación cuando hablan una lengua que no es la materna para hacerse entender y  ya no digamos para negociar un acuerdo. 


No es el caso de España, donde aunque nos cuesta hablar bien español y con uno de los índices más bajos en lenguas extranjeras, hacemos mofa de cómo algunos se expresan en público ante una cámara o un auditorio pongamos en el idioma de Shakespeare. Agradecen y bendicen  por contra que los guiris chapurreen el español con tal de hacerse entender porque en muchos casos el interlocutor español no sabría comunicarse en otra lengua distinta.


Recuerdan el “Relaxing cup of café con leche” de la antigua alcaldesa de Madrid Ana Botella?. Durante años fue objeto de burla pública  por su voluntariosa pronunciación en inglés. La hemeroteca no se cansa de recordárnoslo.  O el académico Pablo Iglesias con su macarrónico acento. Del expresidente catalán José Montilla de origen andaluz cuando hablaba en catalán y los más puretas se horrorizaban. O últimamente del acento de la esposa del presidente de gobierno español, Begoña Gómez en un video viral en redes sociales vendiendo las maravillas de su “Africa Center” a la comunidad internacional.  


Muchas de las mofas, me temo, vienen de gente a la que habría que evaluar su nivel de dominio de lenguas. Hay entre ellos quienes afirman saber  idiomas pero sin poder mantener una elemental conversación informal si no fuera  a base de agitar las manos y gesticular como un payaso de circo en el cine mudo. Y ya no digamos de aquellos otros que sólo les vale el C2 de Cambridge u Oxford para pasar el listón de la caricatura.


La realidad apuntada más arriba es que salvo excepciones, nuestras almas gemelas  de otros países vecinos tienen sus propios dejes en pronunciación, entonación y musicalidades. Hace años  un profesor de idiomas contaba que hasta que no se consigue emular la musicalidad de cada lengua extranjera es imposible hablarlo como un nativo, aunque esto no impida hacerse entender con la naturalidad del acento de cada uno.


Pero en el mundo global, no estamos para aspirar a ser nativos de una lengua extranjera. Ojalá. Sino de varias. Pero más allá de las excepciones, lo suyo es hacerse entender en otros idiomas, comunicarse y hablarlo con independencia de los acentos naturales, dejes y chascarrillos idiomáticos. A no ser  de gozar con la suerte de que te nombren embajador en un organismo internacional para aprender el idioma aunque carezcas de la  carrera diplomática y conocimiento de  lenguas, como es el caso del ex ministro Miquel Iceta en la UNESCO  o Ximo Puig, ex presidente de la Generalidad valenciana en la OCDE,  ambos destinados a París con el catalán pelao bajo del brazo. Tampoco es nada nuevo, porque la otra Generalidad catalana también se dedicaba a  nombrar “embajadores” a enchufados en la causa del procés sin saber  el idioma del país o corto de inglés.


Estos emisarios -como otros muchos españoles en casa- bien harán en  encargarse  de pronunciar como mejor sepan, incluso con acento, sin que sea motivo de desprecio salvo para los  iletrados sentados en la barrera de observador que por desgracia abundan muchos en nuestro país.  En especial de aquellos que no hablan más que  su lengua materna y se parapetan en la excusa de que el español sea  el segundo idioma más hablado del planeta tras el chino sin mérito propio pero imparten cátedra jocosa de léxico y pronunciación en otro idioma extranjero. 


O de aquellos otros procedentes de comunidades bilingües en España donde a duras penas les cuesta mantener una conversación o redactar una simple carta en español (castellano) sin cometer faltas gramaticales pero son inquisidores de la poca ortodoxa pronunciación.


Somos el país de la burla quijotesca, de la envidia capital de Diaz Plaja, pero estamos a la cola en PISA y en el apéndice doblando la esquina en lenguas extranjeras como para hacer burlas cuando un compatriota nuestro se dirige a una audiencia en lengua inglesa por ejemplo con su natural acento.


Habría que preguntarse por qué el nefasto nivel de aprendizaje de idiomas en las escuelas y en las universidades españolas  no impide que se gradúen los aspirantes a Erasmus a día de hoy con tan deficiente nivel expresivo del inglés, sin que nadie lo remedie. Esto no impide que hagan su agosto las escuelas de refuerzo en idiomas y el éxodo de españoles a los cursos de verano en el extranjero, pareciendo haber tirado el dinero de nuestros impuestos a la basura.


Algo haremos mal, aparte de las risas, cuando  en no pocos países del Tercer Mundo es fácil encontrar a gente muy modesta de la calle o aldeanos de los poblados dominar una segunda lengua extranjera distinta a la materna para conversar con los foráneos. No es el caso nuestro. En la España del primer mundo eso parece misión imposible, ni siquiera entre la élite de  este país o de los urbanitas que se guasean del relaxing cup of coffee. 


Mi moraleja a los políglotas de pacotilla de este país: como los holandeses, alemanes, italianos o franceses, lo importante es saber expresarse y comunicar con independencia del acento natural que arrastremos aunque sea impropio de un royal británico. Para eso somos “españoles muy mucho”, como diría aquel, aunque  mejor les iría a políticos, legisladores, periodistas, tertulianos, investigadores, ejecutivos y  público en general, si con o sin acento supiéramos hablar una mínima parte de los idiomas extranjeros que manejan nuestros coetáneos. 


Multar como en algunas comunidades autónomas por no rotular en catalán, negar una plaza laboral por falta de nivel o denunciar al pobre trabajador inmigrante detrás de una barra por no hablar una determinada lengua co-oficial no dice nada de la tolerancia, y sí mucho de la mezquindad lingüística por parte de los valedores inquisitoriales de la lengua y del acento en este país. 


La valentía de hablar en otra lengua ya tiene su mérito. Con o sin acento. Si lo hiciéramos extensible a la mayoría de este país, tanto el PIB y como PISA nos lo agradecerían. @ignacioSLeon 


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