Cuando los excesos sobrepasan nuestros límites.
#PIBe #turismo #sequía #consumismo #movilidad #fracasoescolar #corrupción
Fuente: Euro Taller
Durante mucho tiempo se ha dicho que los excesos son perjudiciales
y se ha discutido cambiar el modelo productivo tanto para combatir la emergencia climática así como para afrontar todos los desafíos del futuro. Se derrocharon ríos de tinta y hasta se idearon fondos especiales en la UE a partir de una pandemia que azotó a la economía con el fin acelerar el cambio del cambio, pero todo sigue igual.
Admitiendo que el capitalismo del usar y tirar es causante en buena parte del daño al planeta, los años transcurren y nunca se aborda el tema de forma consecuente. Por la gran cantidad de intereses creados.
España acoge más de 80 millones de turistas al año que beben agua, se asean y gozan del ocio que hay que regar. ¿De verdad tenemos que extenuar nuestro patrimonio hidrológico para sustentar una actividad que representa el 12% del PIB pero que nos arrastra a la desertización y hecatombe ecológica? Las pandemias como la guerra del agua serán otro fenómeno que irán en auge conforme avance la destrucción del ecosistema, afectando a cada vez más regiones sensibles de nuestro país.
El lema “calidad sobre cantidad” no se aplica en la industria del turismo, uno de los pilares de nuestra economía. Al contrario. Como tampoco con “la huerta de Europa” que se sobreexplota al máximo para dar de comer a los nuestros y los de fuera hasta extenuar los pozos subterráneos, el paisaje natural, afectando a la flora, fauna y empleo.
Dicen que tenemos que reciclar para mitigar el impacto ambiental. Está muy bien, pero será imposible hacerlo con tanta sobre-producción y sin reponer la destrucción y agotamiento de los recursos naturales. Una alternativa, bajar el nivel de consumo, ¿Necesitamos verdaderamente todo lo que consumimos? Tanto empeño en descarbonizar la economía y seguimos midiendo la riqueza del país sin valorar los impactos sobre el stock ambiental que tarde o tempranos tendremos que afrontar. Su alternativa sería el PIB ecológico o PIBe, amparada por suficiente normativa legal, ordenamiento jurídico y directivas europeas.
Se calcula que casi 90 millones de toneladas de alimentos en Europa van a parar a la basura al año, de los cuales más de un millón corresponde a España. Paradójicamente muere en el mundo ya más gente por obesidad que por hambruna. Los vertederos están saturados de tantos residuos. No nos debe extrañar por la sobre-oferta de productos en los mercados y grandes superficies. Lo malo es que con ello saturamos la contaminación de la tierra, el aire, los mares y hasta el espacio con tanta chatarra viajando por órbita.
Por no hablar del parque de 300 millones de coches en Europa para desplazarnos, por el simple hecho de que el transporte público es ineficiente e inoperativo. Tampoco se están valorando otras alternativas en el nuevo concepto de movilidad que persiga la descarbonización del aire y una huella ecológica cero.
Otro de los excesos que no abordamos y que redunda en la negativa al cambio del modelo actual radica en la calidad de enseñanza. Tantas reformas educativas en democracia no impiden que estemos a la cola en los informes PISA. Cómo pretendemos adaptarnos al cambio, ser competitivos y costear algunas reformas ilusas como aumento de salarios, rebaja de jornada laboral, combatir el alto nivel de absentismo, fracaso escolar, etc si la calidad de la enseñanza está por los suelos, no se pone remedio y la productividad no hace más que descender.
Aún en muchas aulas se conserva el arcaico modelo de la memorización como radial para el aprobado, dejando de lado nuevas técnicas de aprendizaje y materias troncales para despertar el espíritu crítico de edad temprana.
El analfabetismo cognitivo pasa factura en el mundo laboral, a la empresa en demanda de mano de obra cualificada, en el ejercicio de la política y hasta en la defensa de derechos básicos. Estamos en la era de la revolución ecodigital y aún nos aferramos a prácticas analógicas y deficitariamente sostenibles.
Un grave fenómeno nada nuevo lo arrastramos con la corrupción. Está institucionalizada tanto en la clase política como en buena parte de las instituciones públicas. No hay formación politica que no haya estado alguna vez salpicada por un escándalo de dinero negro, abuso de poder o tráfico de influencias. Y escudarse con “el dinero defraudado no ha servido al enriquecimiento personal” para justificar un indulto, es de una hipocresía supina. Amnistiar líneas rojas o a quienes han robado del Estado por conveniencia ideológica y tactismo oportunista crea un falso antecedente del que costará reponerse.
Por ello, mientras los excesos de la corrupción, el fraude y la mentira no se atajen en la sociedad, se pongan todos los medios para prevenir, luchar y combatirla no avanzaremos como sociedad. Los órganos fiscalizadores tienen que cumplir su rol aunque no lo hagan suficientemente ahora y se acumulen las causas de todo tipo.
Finalmente pensar que podremos seguir masificando las grandes urbes mientras despoblamos las zonas rurales es un sinsentido. Las protestas del campo son un pequeño síntoma de lo que nos puede ocurrir porque es el campo quien alimenta a las ciudades. Por otro lado, concentrar el 75% de la población nacional en un 25% del territorio es el causante de la falta de viviendas, los elevados niveles de contaminación del aire, de la tardía emancipación de los jóvenes, de la precariedad laboral y habitacional, así como de la natalidad y prosperidad colectiva.
Hasta aquí podremos estar casi todos de acuerdo. La cuestión es si tomaremos cartas en el asunto a corto plazo o seguiremos negando la mayor y auto-engañándonos. Esperar que sean los máximos responsables quienes actúen es tan perjudicial como pensar que individualmente no estamos en disposición de cambiar nada porque nos dejamos llevar por tanta cacofonía ambiental. @ignacioSLeon
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