domingo, 18 de febrero de 2024

 Europa tiene que dejar el complejo enanista


Europa no puede seguir por más tiempo acomplejada en política exterior. El incremento de desafíos globales no cesan, como tampoco la burocracia comunitaria y la disparidad de voces cacofónicas.


Vicepresidenta de los EEUU, Kamala Harris



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Hace dos años de las sanciones internacionales a Rusia por invadir Ucrania y obviamente no han servido de mucho. La escalada rusa sigue intacta ante la tibieza occidental, Putin cada vez más fuerte y consiguiendo desestabilizar Europa. Incluso España a través del separatismo indepe y los hombres de Puigdemont tanto en  Waterloo como en Barcelona.


La mayor torpeza que debilitó a Europa se consumó con la ex canciller alemana Angela Merkel cuando apostó su política exterior por el gas ruso para hacer funcionar su potente industria, ascendida ya a tercera economía mundial tras desbancar a Japón. ¿Aprendió Berlín la lección? Parece que está copiando esa misma política con respecto a China


Hoy en día, la España de Pedro Sánchez, tan patriótica inicialmente contra la invasión de Putin en Ucrania, se suma a  esa desunión europea a partir del  hecho de ser a día de hoy el mayor comprador, pese a la guerra y las sanciones impuestas, de gas y petróleo rusos. En otros casos, tolerando y aliándose con socios pro-Putin desde Moncloa y otras administraciones autonómicas. 


Los aliados de EE.UU. llevan años en tiempos de Donald Trump reclamando a los socios europeos de la OTAN que incrementen su gasto en rearme hasta el 2% del PIB porque el amigo americano no quiere, no puede mantenernos eternamente. Esta demanda ha vuelto a salir en plena campaña electoral americana por Trump hasta el punto de amenazar con no proteger a aquellos países que incumplan sus compromisos armamentísticos.


Europa se caracteriza por poner el grito en el cielo ante una crisis en un primer momento pero sin actuar con rumbo fijo. Ya lo hemos visto con la guerra en los Balcanes, pero también con la crisis del Euro, la primavera árabe, Siria, la guerra ahora en Gaza, hasta la invasión de Crimea por parte de Putin hace una década y más actualmente del resto de Ucrania. En todas ellas, Europa sin una voz común, al contrario, peleada por la burocracia, variedad de criterios y la multitud de intereses en política exterior, y sin reconocer consecuentemente que Putin es la mayor amenaza a las democracias europeas.


Washington persigue por ello una mayor implicación de sus aliados en la Alianza  en la defensa de Europa porque no puede mantener la doctrina Truman y seguir siendo el sheriff garante de las libertades en el mundo. En especial con tantos frentes abiertos en Ucrania, Oriente Medio, el Mar Rojo y los enclaves geoestratégicos del Océano Indico-Pacífico con la defensa de Taiwán, Filipinas y Japón  ante la amenaza china.


Y es que la OTAN europea no es capaz de una actuación multilateral consensuada y pactar una política común de defensa desde la caída del Muro de Berlín en 1989. La Rusia de Putin aprovecha la coyuntura para dividirnos y hasta sabotearnos a través de ciberataques, otra guerra fría, el gas, fake news  y desestabilizar  Europa con la ayuda (logística y aparentemente también financiera) a  los independentistas catalanes desde por lo menos 2014 en tiempos de Artur Más


Desestabilizar España es sinónimo de desestabilizar Europa para los intereses geopolíticos de Moscú. Trump si gana dice poder acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas. Las cancillerías miran con escepticismo el populismo trumpiano. ¿Y si fuera verdad? Qué haríamos entonces?


Pero Europa sigue dando pasos de prudente aliado a la vista de más de dos años de sanciones internacionales que no sancionan. Por no hablar de la variedad de pronunciamientos respecto al conflicto Israílo-palestino. Llevamos dos años dosificando las ayudas militares y financieras europeas a Ucrania y a día de hoy aún debatimos qué tipo de armas suministrar  a Kiev para defenderse del dictador Putin. Tampoco tomamos represalias contra la larga lista de opositores “aniquilados” por el régimen en Moscú, como la última víctima Alexei Navalny. 


Los misiles alemanes de crucero Taurus podrían dar un vuelco a la ofensiva expansionista rusa en suelo ucraniano. Serían capaces de destruir los puentes en Crimea y debilitar la ofensiva rusa, pero ni Berlín ni Bruselas (sede de la OTAN) desean “dejar embarazada un poquito” al aliado ucraniano por si acaso se embaraza del todo. Eso sí le llenamos de pájaros al presidente ucraniano Zelenski con ilusiones o promesas difíciles de cumplir a corto plazo como la  adhesión sine die a la UE y la Alianza Atlántica.


La diplomacia europea por otro lado, despreocupada del rol de  Pekín en la nueva guerra fría, sigue tumbada al sol y entreteniendo a sus servicios de inteligencia con secretos de alcoba. China pese a lo que se diga formalmente, comparte con Moscú la división de Occidente (Europa) por los frentes abiertos más actuales  como Gaza, Ucrania y el despliegue de la marina aliada en el Mar Rojo para combatir a los hutíes (formados por unos 300.000 soldados bien armados financiados por Irán) que atacan mercantes occidentales por tomar partido en el conflicto entre Israel y Hamás.


Este hecho no ha impedido que  el embargo occidental y sanciones a Rusia sea sorteado con las compras del amigo asiático. Y China ya ha sustituido a EEUU como principal comprador de crudo y gas a los países árabes del golfo.


Por la misma razón, la doctrina china está cómoda con que se mantenga el conflicto en Oriente Medio para que Occidente no le preste demasiada atención. Pekín  es consciente que mientras Berlín, París y Bruselas estén entretenidos con esos focos de tensión en diversas partes del planeta,  menos atención prestarán a la conquista del mercado global, la invasión de productos chinos en el mundo y el futuro de Taiwán.


GORRIONES ROJOS EN ESPAÑA


España sin un rol coherente en política exterior  por mucho que diga lo contrario, está obsesionada desde tiempos de ZP en asuntos domésticos.  No somos sino el reflejo aumentado de la propia incoherencia europea, en el seno de la coalición gubernamental. 


La diplomacia pueblerina del reino de España, a diferencia de las cancillerías más avanzadas, parece moverse a   base de ocurrencias, improvisación, poca transparencia, frivolidad, derroche público y muy poco debate de calidad en la opinión pública (nos sobran las intervenciones de un minuto para pasar a continuación a la bronca duradera por una entrevista al tenista Rafa Nadal). 


Ejemplos: nuestra disparidad de criterio dentro de la UE y OTAN respecto a distintos conflictos internacionales,  el papel jugado por este gobierno en Venezuela, Marruecos, Sahara, Polisario, Argelia, Ucrania, Rusia, Israel, Palestina, Mar Rojo, guerra del tomate, migración incontrolada, y el ahora ocurrente viaje de la vicepresidenta comunista Yolanda Diaz a Palestina -porque dice tener derecho a agenda propia (en asuntos diplomáticos?)- desviando la atención a sus repetidos fracasos (dentro y fuera de España) y añadiendo más cacofonía a la política común europea. 


Con todo lo que está cayendo, ¿tiene solución los conflictos internacionales que terminan afectando hasta al menos espabilado de la clase?. Lo malo es que a la geopolítica de la nueva guerra fría se le suma la emergencia climática, el auge del populismo nacionalista, la independencia energética, el avance del islamismo, la degradación de la democracia, las crisis económicas encadenadas y hasta las elecciones norteamericanas. 


Algún analista internacional cuenta con cierta sorna que Occidente tal vez se merezca otro candidato más joven en los EE.UU. Como se ha comentado con motivo de la reciente Conferencia sobre la Seguridad en Munich: ¿Cambiará algo el enanismo de Europa en seguridad y defensa? Es hora que asumamos la mayoría de edad, el compromiso de defender nuestro propio destino sin más demora y mucha menos burocracia al contrario de lo que pretende Ursula von der Leyen al proponer la figura de un  nuevo Comisario Europeo de Defensa.


Si Europa despierta, tendrá que redefinir la tabla de prioridades, del gasto improductivo y asumir más protagonismo  supranacional al tiempo que garantizar la estabilidad de los estados miembros. La defensa de las libertades comporta garantizar nuestra propia democracia. Y no siempre justifica una amnistía a cualquier precio. 


Por mucho que los separatistas del procés vasco, catalán y gallego (disfrazados de gorriones rojos con nido en Moscú ) se empeñen en destruir el estado de derecho conforme al criterio de Putin y el ejecutivo español se lo consienta por aguantar un día más en La Moncloa. La deslealtad por eso de Sánchez con España supone ser desleal a Europa también. @ignacioSLeon


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