Los aliados se hacen un lío con la razón de las guerras
Hemos asistido hace escasos días al ataque de Irán contra Israel y el disparo de unos 350 misiles y drones armados que fueron interceptados gracias a la ayuda y empleo de sistemas antibalísticos de los aliados. A saber: EE.UU., Reino Unido y Francia, que no han dudado en defender el territorio israelita. Al final, las tres partes se han felicitado por el éxito de la operación. Como si apuntar a matar fuera motivo de regocijo. El Gobierno de Teherán por cumplir su venganza y desahogarse con tanta metralla. El Gobierno de Tel Aviv por detectar el 99% de los misiles y drones iraníes sin provocar bajas humanas ni materiales. Y los aliados por haber contribuido con su intervención logística-militar a impedir la escalada de la crisis en Oriente Medio ahorrando vidas humanas.
Debe ser el primer conflicto bélico en el que las partes implicadas (buenos y malos) salen satisfechas de una incursión militar. Hay que esperar que la escalada no se reproduzca con una nueva venganza de Israel contra Irán para reparar el daño moral del ataque. Hay quien dice también que el ataque de Irán contra Israel ha sido un enorme error geopolítico, porque al final le ha hecho un favor a Netanyahu visto ahora como víctima pudiendo éste proseguir su campaña contra los terroristas de Hamás en Gaza para liberar a los rehenes judíos.
Pues bien, llegados a este punto, es lógico que en Occidente algunos nos preguntemos (y yo me he permitido hacerlo personalmente en redes sociales a los mandatarios Biden, Sunak, Macron así como a la OTAN y la sra von der Leyen de la Comisión Europea , y por ende al canciller alemán Scholz) si esa coalición defensiva contra el régimen islámico de Irán no podría emularse igualmente para acabar con el genocidio de la Rusia de Putin en Ucrania. Como era de esperar ninguno ha respondido a mi apelación. Tampoco esperaba otra cosa que el silencio.
Tampoco respuesta de la embajadora alemana en Madrid cuando se le preguntó por el compromiso de los aliados con Israel y la ausencia de la “Staatsräson” alemana. En el pasado en solemnes intervenciones en el Bundestag en Berlín (parlamento federal), tanto la anterior canciller Merkel como el actual apelaron a la “Staasräson” en su incondicional defensa de Israel. Esa “Razón de Estado” tiene su explicación en el holocausto cometido durante la II Guerra Mundial contra seis millones de judios exterminados por la Alemania nazi. Tanta proclamación por parte de Berlín de su defensa vehemente de Israel pasaría -llegado el caso- supuestamente por mandar soldados de la Bundeswehr (ejército federal) a suelo israelita y combatir cualquier tipo de amenaza internacional. Sin embargo en los ataques de Irán contra Israel los aliados en Occidente echaron de menos la contribución de la RFA y la aplicación de su “Staatsräson”.
Al contrario, el canciller Scholz prefirió emprender horas previas un viaje de negocios a China con una suculenta delegación de altos ejecutivos del DAX para ahondar sus relaciones comerciales con el régimen chino y firmar acuerdos de inversión recíproca. Un régimen chino por cierto que la propia ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock (Los Verdes), calificó en una entrevista a la cadena norteamericana de TV Fox News el pasado otoño al presidente chino Xi Jinping de “dictador”. Tal vez haya sido la mayor torpeza diplomática cometida de la actual coalición tricolor de socialdemócratas, verdes y liberales capitaneada por el canciller Scholz (SPD). Pekín no tardó en tildar de “extremadamente absurdas” el piropo desatinado de la ministra germana ecopacifista intentado quitar hierro al asunto.
Baerbock llama dictador a Jinping pero no le impide a su gobierno emular la misma política de “Wandel durch Handel” (buscar el cambio político a través del intercambio económico) que cometió Merkel con Putin cuando decidió que la industria alemana dependiera del gas ruso a pesar de la invasión de Crimea en el 2017 y la posterior invasión en el 2022 del resto de Ucrania. La Staatsräson germana se aplica cuando conviene, según la doctrina Scholzing y sin impedir que se negocien contratos multimillonarios con el “dictador” chino para asegurar los mercados a la industria teutona. También ya hizo lo propio Berlín cuando se levantaron las sanciones internacionales contra Teherán en el 2016 apresurando a su industria a llevarse una buena parte del pastel en la reconstrucción del país islamista que odia Occidente y tiene atemorizados a EEUU y Europa con su yihad.
Será que uno se hace mayor y entiende cada vez menos la moral inmoral de muchos de nuestros estrategas contemporáneos en la defensa condicional de los más débiles. Israel sí, pero Ucrania no. Tampoco dudan en tildar -un día sí y al siguiente no- de dictadores y/o terroristas a Putin, Ebrahim Raisi y su guardia revolucionaria en Irán, o al presidente chino Jinping pero aceptando la torpeza geoestratégica de volver a depender económicamente de China de casi todo en Occidente como ocurrió con la pandemia o con el gas ruso.
A todo esto, un presidente español Sánchez en su guerra particular a favor de reconocer Palestina mientras con su postura ahonda la división de la UE en Oriente Medio. La única “Staatsräson” de Sánchez parece desviar la atención por los escándalos de corrupción del PSOE y su esposa Begoña con su gira internacional aunque disguste a los aliados y sus proxys, con tal de aguantar un poquito más en La Moncloa. Ni cumple con Europa, ni con la OTAN, ni con Ucrania ni con Gaza ni con pacificar Oriente Medio. Y es que en las guerras, que ya hemos convertido en commodities, no hay victoria si no hay un vencido. Por eso ni dignidad tenemos. @IgnacioSLeon
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