La dictadura de la corrupción
La corrupción se ha vuelto tan democrática en España que ya llega a casi todos los rincones y beneficia a cada vez más tipo de gente en los partidos, instituciones y medios, mutilando los mecanismos que la combaten.
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Éramos algunos muy pequeños cuando España salió de una dictadura y dió paso a una democracia. Lo que todo parecía que iba a ser progreso, de repente se torció porque hizo acto de presencia otra dictadura: la de la corrupción. Afecta ya a todos los ámbitos y partidos del arco parlamentario hasta institucionalizarse como estado conveniente de derecho. Un bando y el otro y el de más allá no pueden tirar la primera piedra ni presumir de estar libre de pecado. Algunos aparecieron para regenerar la democracia y se volvieron cómplices de su degeneración.
Se ha saqueado tanto los poderes, las leyes, las arcas públicas, los medios y hasta la paciencia de los contribuyentes que ya asumimos con naturalidad cualquier escándalo que fatigaría en cualquier país de Occidente. Puede que hayamos abandonado hace tiempo Occidente y pertenezcamos al hemisferio Sur del tercer mundo.
Porque convendrán conmigo que de primer mundo no tiene nada cuando la mujer, el hermano, el padre, el suegro y hasta el mismo presidente del ejecutivo, esconde unos presuntos chanchullos hasta la mitad de sus ministros en distintas causas que con suerte se aclararán, no aquí sino en Europa. Negarse a ser transparente también forma parte del manual del corrupto.
Es cierto la presunción de inocencia, pero aunque se demuestre la capacidad de dolo y afán de lucro con dinero ajeno -como en el caso de los EREs de Andalucía- la responsabilidad del primer ministro no ceja porque para eso nos gobierna.
La mera sospecha de corromper todo a su paso y traicionar la confianza de la sociedad sería motivo suficiente para que se accionara el freno de mano y se asumiese responsabilidades políticas y éticas aunque tarde en llegar la absolución o la condena judicial sin distinción del color politico. En esto nos diferenciamos del hemisferio norte. Porque hace tiempo que traficamos y trapicheamos con la democracia, con la falta de transparencia y con hasta el mismísimo diablo admitiendo que mientras el dinero robado de las arcas del Estado no sea para provecho propio no es corrupción, mereciendo el indulto y la absolución.
Mucha tinta hemos gastado contra la dictadura del pasado. Poca sin embargo contra la dictadura de la corrupción, que se ha vuelto tan democrática que ya llega a casi todos y beneficia a cada vez más tipo de gente sin distinción de condición política, familiar, institucional o sindical. Si el bipartidismo trajo la corrupción, no digamos el multipartidismo que lo ha multiplicado con tanta variedad de socios (desde los de la hoz y el martillo, golpistas, indepes, nacionalistas, xenófobos, hasta revisionistas históricos y pro-etarras), ansiosos de asaltar las cuentas del reino en nombre de aplicar supuestas políticas sociales, de género o de memoria histórica que parece justificarlo todo.
Esto no es vida si nos vemos abocados a la lenta corrupción de la convivencia social. ¿Hay alguien a salvo? Las estatuas de los leones bruxistas a la entrada del Congreso, tal vez. A parte de vivir en una dictadura también lo hacemos en la decepción de la corrupción y en la ausencia de los mecanismos de control para que actúen con total imparcialidad. Como decía Vaclav Havel, ex presidente de la República Checa y ex activista contra la dictadura de un régimen comunista disfrazado de “Socialismo de rostro humano”: “Si la política es corrupta y sucia, efectivamente la convierte en corrupción”. España no es una excepción, ni en corrupción ni en ausencia de celo democrático. @ignacioSLeon
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